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18 Noviembre 2024
La profesora asistente del Departamento de Economía de la Facultad de Administración y Economía es Doctora en Políticas Públicas por la Harris School of Public Policy de la Universidad de Chicago, Magíster en Políticas Públicas en la Universidad de Chicago y Licenciada en Economía y Ciencia Política en el Instituto Tecnológico Autónomo de México. Se ha especializado en economía de la salud, economía laboral y migración, y métodos econométricos para la evaluación de programas. Acaba de iniciar un proyecto coautoreado con investigadores del Banco Central de Chile titulado “Job Trajectories, Reallocation and the Gender Gap” (Trayectorias laborales, reasignación y brecha de género), investigación a través de la cual buscará establecer cómo los patrones de clasificación y reasignación pueden desempeñar un papel relevante para explicar la brecha salarial de género en el mercado laboral chileno.
En línea con sus estudios en la disminución de las brechas de género laborales, actualmente, además, se encuentra realizando -junto con el Banco Mundial- una asesoría técnica para la Subsecretaría de Educación Parvularia, específicamente, un diagnóstico y modelo de financiamiento que remedie la inequidad en el financiamiento de la Educación Parvularia. Los resultados de este trabajo espera presentarlos durante diciembre.
En términos generales, la economista también ha dicho que sus intereses en investigación “están estrechamente relacionados con la contingencia humana y su contexto institucional y económico, y hasta qué punto las instituciones formales e informales reducen o exacerban la incertidumbre que enfrentan los individuos y las familias a lo largo de su ciclo de vida”.
De esta forma, también ha realizado estudios para establecer en qué medida los sistemas de salud brindan protección financiera en salud y garantizan el acceso a la atención médica, y cómo los sistemas informales de seguro doméstico infligen un costo desproporcionado a las mujeres y su capital humano, profundizando en el margen del trabajo femenino.
“La investigación para mí representa una herramienta esencial para discernir los mecanismos que construyen la realidad más allá de percepciones o supuestos cultural o políticamente preconcebidos mientras que la evidencia científica es un insumo fundamental para identificar y responder a las necesidades de la sociedad”, asegura Ana Sofía León.
¿Qué la motivó a abordar, específicamente, el tema de las trayectorias laborales y la brecha de género?
La brecha de género es una problemática que nos pega a todas las mujeres de manera personal y que debería de preocupar a todas las personas sin importar cuál es el género con el que se identifican, no solo desde la perspectiva de la equidad sino por la pérdida de talento, oportunidades de innovación, y crecimiento que genera para las sociedades. Personalmente, siempre me había interesado en el tema, pero los contextos que estudiaba eran de economías de bajos ingresos, rurales, y tenía el foco en mecanismos relacionados con las barreras culturales que se combinaban con la pobreza y el costo de oportunidad de no poner a las niñas y mujeres a trabajar en lugar de invertir en su capital humano. A lo largo de mi trayectoria académica, nunca me había sentido limitada por mi género, hasta que decidí ser madre. Enfrentada a diversas situaciones cotidianas y laborales es que se me reveló la importancia de los contextos institucionales y sociales que, al sumarse, culminan en una brecha de género que se acentúa a lo largo del ciclo de vida de todas las mujeres trabajadoras, remuneradas y no remuneradas.
¿Cuál es su diagnóstico sobre las brechas de género laborales en Chile?
Chile ha avanzado en los tres principales frentes que la literatura ha identificado como fundamentales para erradicar las brechas de género: (1) educación y leyes antidiscriminatorias, (2) políticas públicas de cuidado infantil compartido y (3) acceso a tecnologías anticonceptivas. Recientemente, se promulgaron la Ley de Igualdad Salarial, (2009) y las leyes para Protección del Empleo pre y post-natal (2011). En términos de cuidado compartido, tenemos la significativa ampliación del acceso a servicios de cuidado infantil asequibles desde 2015, gracias a la presidenta Bachelet. Recientemente, también se introdujo la licencia de paternidad y la ley que obliga a las empresas con más de 100 empleados a ofrecer cuidados de guardería. Luego, en términos de acceso a tecnologías anticonceptivas, se introdujo la píldora de emergencia y el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo por algunas causales, además de un gran esfuerzo por parte del Ministerio de Salud por generar una cultura del cuidado y planificación familiar. Gracias a todo esto la tasa de embarazo adolescente cayó significativamente, cambiando las perspectivas futuras de muchas jóvenes chilenas. A pesar de todo esto, las brechas subsisten.
De acuerdo con la última ronda de 2024 de la encuesta nacional de empleo, la participación laboral de las mujeres chilenas en edad laboral es 19 puntos porcentuales más baja que la de los hombres. La brecha en la tasa de ocupación es similar: 18 puntos porcentuales. Peor aún, la brecha no se mueve, las cifras eran prácticamente iguales en 2023. En términos salariales, de acuerdo con un estudio del Banco Central de Chile, presentado el día de la mujer, del 2013 al 2020 la brecha salarial entre hombres y mujeres creció continuamente; los créditos otorgados a las mujeres tienen en promedio tasas de interés más altas y son por montos más bajos; y finalmente, las mujeres tienden a trabajar mayoritariamente en los sectores industriales de servicios personales, comercio, y actividades financieras en donde la brecha salarial es de las más altas. En cambio, las mujeres que deciden trabajar en los sectores mayoritariamente masculinos reciben salarios relativamente más cercanos a los de sus pares hombres. Una conclusión simplista podría ser que las mujeres son más discriminadas en los sectores de comercio o de servicios financieros, pero eso es atribuirle la culpa de las brechas a los empleadores y pensar que, al implementar medidas antidiscriminatorias, o de cupos, resolveríamos el problema y eso es falso. El problema es mucho más complejo. Aun, si erradicáramos la discriminación, la brecha subsistiría.
En mi opinión, la falta de adherencia al mercado laboral de las mujeres es estructural. La diferencia en participación laboral con respecto a sus pares hombres empieza alrededor de los treinta años, en el periodo que estadísticamente corresponde a la maternidad y nunca se repone. Cuando los horarios de los jardines y las escuelas no son compatibles con el horario laboral de tiempo completo y el tiempo promedio de traslado recorta aún más el tiempo disponible para trabajar, limitando las opciones de trabajados compatibles con la crianza; o cuando los cuidados de algún familiar accidentado o afectado en su funcionalidad por su avanzada edad recae en las mujeres, es difícil hacer carrera. Y más aún cuando la pareja por razones de género no tiene la posibilidad de real de cuidar a los hijos porque el trabajo no reconoce las responsabilidades parentales formalmente. Un tema que he documentado en mis investigaciones es el rol de la inestabilidad en las jornadas escolares. Es muy costoso para las familias que se cancelen las clases o se cambien los horarios escolares, la irrupción en la rutina merma el empleo de las madres y padres. Desafortunadamente, desde la pandemia pareciera que cancelar las clases se ha normalizado sin tomar consciencia del costo, a mediano y largo plazo para las brechas de género. Los países con valores más acentuados a favor de la equidad de género prácticamente nunca cancelan clases.
Después de 5 o10 años bajo esta dinámica, al presentarse una madre promedio de 40 años a un nuevo trabajo, su empleador no va a pagarle el mismo salario que le pagaría a un hombre con más experiencia laboral porque, efectivamente, sus productividades no son las mismas. Y esto no tiene por qué ser así, los bebés nacen en todo el mundo, sin embargo, no en todos los países la brecha de género es tan acentuada como en Chile.
– ¿En qué medida su nuevo estudio podría influir en el diseño de políticas laborales en términos de cómo las mujeres están participando en el mercado laboral?
Este nuevo proyecto tiene el objetivo de mostrar el componente dinámico de la brecha de género y cómo esta es un fenómeno que se explica mejor desde la perspectiva del ciclo de vida de los y las trabajadoras. Al estudiar las trayectorias de los trabajadores formales buscamos, por un lado, contrastar trayectorias de hombres y mujeres de una misma cohorte, enfrentando las mismas coyunturas económicas, en algunas ocasiones individuos compartiendo historial familiar. Por otro lado, buscamos entender cuál es el rol de las características de las empresas en donde trabajan las personas en la aparición de brechas salariales, controlando por la experiencia laboral de los individuos. Esperamos que nuestros resultados le permitan al gobierno tomar medidas más efectivas para que las mujeres puedan mejorar sus trayectorias laborales.
– ¿Hay otros aspectos que le gustaría explorar más a fondo en investigaciones futuras sobre este tema?
Me interesa mucho explorar la interacción entre el Derecho de Familia y las brechas de género. En particular, cómo los acuerdos de divorcio generan condiciones inequitativas entre madres al cuidado de los hijos y padres divorciados.
Actualmente, la ley no tiene una perspectiva económica, en el sentido que no considera el costo de oportunidad del tiempo de cuidado entre los costos económicos de la crianza. Por ende, al quedar las madres con más días de cuidado que los padres, se les impone una especie de impuesto de género al considerar solamente los costos contables de la crianza. Me encantaría colaborar con algún colega de la facultad de Derecho de la UDP para poder estudiar este tema más a profundidad.